Dicen que vivimos en tiempos de guerra, que
el ser humano es violento por naturaleza, que no hay suficiente comida para
todos, que debemos matar por nuestra seguridad, que sobrevivirán los más
fuertes, que el mundo está destinado a vivir el choque, y que la humillación y
la injusticia son inherentes al ser humano. Pero no dicen que en el mundo cabemos
todos, que la pobreza, la injusticia y la humillación son nuestro enemigo
común, que la diversidad es una oportunidad, que el amor existe, y que la
imaginación humana no tiene fronteras ni sabe de imposibles porque nada es
imposible si tenemos la capacidad de imaginarlo posible.
Cada día, en los informativos de diferentes
cadenas de televisión, y en las noticias publicadas en los periódicos, se habla
de conflictos, violencias, y choques como si sólo las guerras y las injusticias
pudieran describir el mundo en el que vivimos. Nos tienen convencidos de que
vivimos en tiempo de guerras y nos toca a nosotros mostrarles que podemos hacer
las paces hasta en tiempo de guerras, porque nadie tiene derecho a engañarnos y
hacernos luchar por unos conflictos que no existen, y un futuro que lo pintan oscuro
mientras entre todos podemos pintarlo de los colores del arco iris utilizando
nuestras ideas y acciones.
Todo empieza por uno mismo, por lo que
hacemos con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. Si el ser
humano ha sido capaz de crear tiempos de pobreza, injusticia y conflictos es
capaz también de transformarlos de manera pacífica utilizando sus competencias
y capacidades, porque desde la filosofía para hacer las paces del Dr. Vicent Martínez
Guzmán, se reconoce que los seres humanos al mismo tiempo que tienen
competencias o capacidades para excluir, marginar al otro y hacer guerras,
también tienen competencias o capacidades para hacer justicia, radicar la
pobreza y encontrar las diversas formas de hacer las paces.
Eso significa que el mal no constituye toda
la realidad de la condición humana, ni tampoco la constituye el bien. Cada ser
humano tiene sus capacidades o competencias para hacer las cosas de manera
pacífica como para hacerlas de manera violenta, y vivir en paz no significa
erradicar el mal ni acabar con las personas conflictivas. Seremos injustos e
irrealistas si creemos que podemos vivir en un mundo sin conflictos
intrapersonales, interpersonales e internacionales. Cada persona tiene su lado
positivo y negativo, tanto sus capacidades para ejercer los diferentes tipos de
violencia, como para amar y convivir pacíficamente con el otro diferente. De
ahí que, vivir en paz es encontrar el equilibrio entre los dos lados de cada
persona y entre todas las capacidades del ser humano. Encontrar el equilibrio
entre lo positivo y lo negativo, lo material y lo espiritual, los derechos y
los deberes, así como los intereses de una persona y los de toda la comunidad,
es vivir en paz.
Una de las maneras para llegar a ese equilibrio
y hacer las paces es que los seres humanos aprendan a usar su imaginación y a
practicar el diálogo de los corazones y de los sentimientos, buscando un
equilibrio entre lo que piensan sus mentes y lo que sienten sus corazones,
porque si las guerras nacen en las mentes de los hombres, es en sus
corazones donde deben erigirse las paces.
Por eso para hacer las paces en tiempo de
guerras necesitamos entre otras cosas:
· Crear, imaginar y fantasear la paz. Si no tenemos la capacidad de imaginar nuestro futuro de manera positiva nunca podremos hacer que sea mejor. Cuando las personas pierden la capacidad de crear e imaginar vías pacificas para transformar sus conflictos, el mundo se convierte en un campo minado en donde es peligroso caminar. Vivimos en tiempos de una crisis sentimental y como dijo Albert Einstein en momentos de crisis, mucho más importante que el conocimiento es la imaginación. Hay que tener sueños y aprender a imaginar vías para lograrlos, acabar con la crisis sentimental y ser pacífilos: seres que aman la paz, que son soñadores pero al mismo tiempo realistas que saben transformar sus sueños en realidad.
· Invertir en la paz. Nunca se consigue la paz invirtiendo en guerras. Por eso, si queremos la paz no basta con creer en ella sino trabajar para lograrla y, sobre todo, invertir en ella. La humanidad ha invertido mucho en las guerras y ha llegado el momento de invertir en las paces. Es importante entender que la mejor manera de establecer la paz y garantizar la seguridad es invertir en programas de cultura de paz a todos los niveles, y minimizar los gastos en armas y ejércitos. Unos ejércitos que, aunque estén dotados de las armas más potentes, no siempre ganan las guerras ni garantizan la seguridad. Ejemplo de ello sería la derrota de la URSS frente a los Talibanes en Afganistán entre 1979 y 1989, la derrota de EEUU en la guerra de Vietnam entre 1965 y 1975, y el fracaso de Israel en su guerra en el Líbano contra Hezbolah en el 2006, entre otras.
· Pasar de las palabras a las acciones porque la paz se consigue con nuestras acciones cotidianas. Cada uno es responsable de la construcción de puentes de entendimiento entre las personas y las culturas. Un entendimiento que no significa controlar al otro, ni tampoco tenerle miedo, sino aceptarle con sus diferencias y dialogar con él, teniendo en cuenta que como seres humanos, al mismo tiempo que nos unen retos que tenemos que afrontar juntos, como la miseria, la injusticia y la exclusión, también nos unen riquezas, valores y bienes que tenemos que disfrutar juntos.
· Disminuir la brecha entre los que tiene mucho de lo necesario y los que carecen de todo, incluso lo más necesario. Dicen que los pacifistas son los realistas y la realidad nos exige admitir que vivimos en un mundo injusto, en donde se gastan más de 4 mil millones de dólares diarios en gastos militares cuando 70.000 personas mueren de inanición diariamente, entre ellos 35.000 niños. Algunos crean la pobreza y otros sufren por ella, al mismo tiempo que algunos crean las guerras y otros mueren en ellas.
· Crear, imaginar y fantasear la paz. Si no tenemos la capacidad de imaginar nuestro futuro de manera positiva nunca podremos hacer que sea mejor. Cuando las personas pierden la capacidad de crear e imaginar vías pacificas para transformar sus conflictos, el mundo se convierte en un campo minado en donde es peligroso caminar. Vivimos en tiempos de una crisis sentimental y como dijo Albert Einstein en momentos de crisis, mucho más importante que el conocimiento es la imaginación. Hay que tener sueños y aprender a imaginar vías para lograrlos, acabar con la crisis sentimental y ser pacífilos: seres que aman la paz, que son soñadores pero al mismo tiempo realistas que saben transformar sus sueños en realidad.
· Invertir en la paz. Nunca se consigue la paz invirtiendo en guerras. Por eso, si queremos la paz no basta con creer en ella sino trabajar para lograrla y, sobre todo, invertir en ella. La humanidad ha invertido mucho en las guerras y ha llegado el momento de invertir en las paces. Es importante entender que la mejor manera de establecer la paz y garantizar la seguridad es invertir en programas de cultura de paz a todos los niveles, y minimizar los gastos en armas y ejércitos. Unos ejércitos que, aunque estén dotados de las armas más potentes, no siempre ganan las guerras ni garantizan la seguridad. Ejemplo de ello sería la derrota de la URSS frente a los Talibanes en Afganistán entre 1979 y 1989, la derrota de EEUU en la guerra de Vietnam entre 1965 y 1975, y el fracaso de Israel en su guerra en el Líbano contra Hezbolah en el 2006, entre otras.
· Pasar de las palabras a las acciones porque la paz se consigue con nuestras acciones cotidianas. Cada uno es responsable de la construcción de puentes de entendimiento entre las personas y las culturas. Un entendimiento que no significa controlar al otro, ni tampoco tenerle miedo, sino aceptarle con sus diferencias y dialogar con él, teniendo en cuenta que como seres humanos, al mismo tiempo que nos unen retos que tenemos que afrontar juntos, como la miseria, la injusticia y la exclusión, también nos unen riquezas, valores y bienes que tenemos que disfrutar juntos.
· Disminuir la brecha entre los que tiene mucho de lo necesario y los que carecen de todo, incluso lo más necesario. Dicen que los pacifistas son los realistas y la realidad nos exige admitir que vivimos en un mundo injusto, en donde se gastan más de 4 mil millones de dólares diarios en gastos militares cuando 70.000 personas mueren de inanición diariamente, entre ellos 35.000 niños. Algunos crean la pobreza y otros sufren por ella, al mismo tiempo que algunos crean las guerras y otros mueren en ellas.
Por ende, para hacer las paces en tiempo de
guerras, hay que hacer una verdadera Yihad humana, una Yihad pacífica
por la dignidad, en donde los silenciados y silenciadas digan no a la
injusticia, no a la humillación, no a los ejércitos, y no a la manipulación del
mundo en nombre del choque de civilizaciones. El verdadero choque es un choque
de dignidad entre los humillados y los humilladores, los que buscan la dignidad
y los que les priven de ella, entre la humillación y la dignidad. De ahí que no habrá paz mientras haya personas que viven sin dignidad en el mundo
porque siempre la estarán demandando, algunos utilizando métodos pacíficos, otros violentos. En fin, no hay mejor manera para acabar con la humillación y promover la dignidad que aprender a usar
las capacidades que tenemos como seres humanos en amarnos y disfrutar de
nuestra diversidad, construyendo juntos nuestro futuro y tiñendo con nuestras
paces el mundo que compartimos.
Investigador en la Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz
Universidad Jaume I, Castellón, España.