Hablar de la paz es hablar de la historia del ser humano, que desde la eternidad ha buscado la paz de diferentes maneras. Una paz que primero identificaba como ausencia de guerras y de conflictos, pero que más tarde se dio cuenta de que es la capacidad que tiene cada uno de tolerar, dialogar y reconocer al otro; y al mismo tiempo, es la voluntad de cada individuo de convivir con tanta diversidad, y de transformar pacíficamente los conflictos que se les presentan en la vida, buscando el desarrollo de toda la humanidad y no solamente el desarrollo personal.
Por tanto, la paz es un proceso dinámico que exige el compromiso de todos y todas. Cada persona debe asumir su responsabilidad en la construcción de la paz desde su área de conocimiento, porque la paz no es cosa de Occidente ni de Oriente, es cosa de toda la humanidad, que con sus diferencias, debe contribuir en la construcción de las culturas de la paz.
Qué sentido tendría la vida si tuviera una canción, una comida o un paisaje. Sin duda sería una vida aburrida, al igual que una vida con un idioma, una cultura o una religión. Por ello, debemos estar convencidos de que la diversidad es un don que hace que nuestra vida tenga sentido, y que el mundo sea un cóctel de culturas, que disfrutamos todos, y que nos lleva a descubrir nuestra paz interior, porque la paz es algo que cada ser humano lleva dentro.
Esa paz interior es la que nos hace creer que todos somos pacifistas, y nos olvidamos de que la paz es como una vela, al mismo tiempo que sirve para iluminar, también sirve para quemar, ya que la mayoría de las barbaridades en el mundo se cometen en nombre de la paz. Por eso, debemos lograr que nuestras velas sean unos candiles que nos iluminen a todos blancos y negros, autóctonos e inmigrantes, occidentales y orientales nuestro camino hacia el paraíso de la paz.
Por tanto, la paz es un proceso dinámico que exige el compromiso de todos y todas. Cada persona debe asumir su responsabilidad en la construcción de la paz desde su área de conocimiento, porque la paz no es cosa de Occidente ni de Oriente, es cosa de toda la humanidad, que con sus diferencias, debe contribuir en la construcción de las culturas de la paz.
Qué sentido tendría la vida si tuviera una canción, una comida o un paisaje. Sin duda sería una vida aburrida, al igual que una vida con un idioma, una cultura o una religión. Por ello, debemos estar convencidos de que la diversidad es un don que hace que nuestra vida tenga sentido, y que el mundo sea un cóctel de culturas, que disfrutamos todos, y que nos lleva a descubrir nuestra paz interior, porque la paz es algo que cada ser humano lleva dentro.
Esa paz interior es la que nos hace creer que todos somos pacifistas, y nos olvidamos de que la paz es como una vela, al mismo tiempo que sirve para iluminar, también sirve para quemar, ya que la mayoría de las barbaridades en el mundo se cometen en nombre de la paz. Por eso, debemos lograr que nuestras velas sean unos candiles que nos iluminen a todos blancos y negros, autóctonos e inmigrantes, occidentales y orientales nuestro camino hacia el paraíso de la paz.